lunes, 26 de diciembre de 2011

Y así fue.

Es algo así como tener todo y no tener nada a la vez. No reconocerte detrás de tantos recuerdos aguados por las lágrimas. Sentir tu cuerpo completamente distinto, como si él también se quejara. Es el equilibrio en medio del estruendo. Es la certeza atravesando la duda. Cruzar el puente y quedarte parada en medio, con un pie en el vacío. Quizá sea eso lo que pasa cuando sientes tan fuerte, cuando tus emociones nublan todo lo que conforma tu vida y sólo te dejan una ventana enorme con vistas al futuro. Siempre fui de detalles, de vivir cada segundo de cada día, respirando cada olor, cada sabor, cada color del firmamento, hasta hacerme con una colección enorme, minuciosa, un pequeño tesoro sólo para desempolvar en las tardes de lluvia. Ahora las manecillas del reloj giran demasiado rápido como para poder atesorar esos segundos. La rutina me arranca los pequeños placeres, de sopetón. Parece que hay que vivir porque así lo estipulan las reglas, sin tener en cuenta todos esos mundos que viven en cada una de nuestras cabezas, sin saber que todos, en el fondo, queremos escapar. Y soñamos con ir a ver el mar cada día, con el aroma a chocolate caliente y las palomitas saltando en el microondas para una maratón de películas que sólo pueden acabar en besos lentos. Para morir y volver a respirar intentando que el corazón nunca deje de latir tan fuerte. Y ponerte tu vestido más bonito, y contemplar la ciudad que duerme bajo un paraguas, o qué más da, bailar bajo la lluvia para luego hacerlo bajo las sábanas. Olvidar las prisas, quedarnos simplemente así, suspendidos. . como si un meteorito gigante hubiese arrasado con todo, como la calma después de la tormenta más fuerte, cuando solo queda espacio para que se formen los arcoíris. Pero todo eso es imposible, por más que lo tratemos de evitar siempre se nos cuelan días grises por el medio, días que están calculados al milímetro, sin tiempo para bailes. Por eso es que siempre estamos esperando, sin saber muy bien a qué o a quién, sin saber si todo esto valdrá la pena algún día, sin saber deshacernos de esa voz que siempre nos repite que estamos solos, que todo desaparece con el tiempo. Esperando, quizá, que algo se quede para siempre.  

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